Hay una serie de factores que deben ser abordados en la identificación de los sitios más adecuados para ubicar un reactor nuclear. La población es uno de los más importantes; situarlo demasiado cerca de una zona densamente poblada genera la oposición pública, que puede dar como resultado en la suspensión del desarrollo del proyecto. La identificación de terrenos planos y fácilmente regenerables sobre los que construir también es de vital consideración. Pero más importante aún, es que la disponibilidad de agua también debe ser tomada en cuenta.
Como saben muy bien los operadores de la planta de energía nuclear de Fukushima, el mayor desafío llevado a cabo en materia de seguridad nuclear no está respondiendo al incidente inicial, pero habilitó el acceso a suficiente agua como para mantener los materiales radiactivos enfriados. Como resultado de estas y otras muchas cuestiones que deben abordarse en el proceso de selección del emplazamiento de una central nuclear, el enfoque convencional ha sido construir los reactores dentro de un área relativamente cerca de la costa, aprovechando así el suministro abundante de agua que provee el mar. La cuestión, como Fukushima demostró, es que tal planteamiento puede poner en riesgo la planta en caso de desastres como puede ser un tsunami.
Esta lógica convencional puede cambiar gracias a un equipo de ingenieros y científicos que han diseñado un nuevo tipo de reactor nuclear que es capaz de disponer de un “disipador de calor infinito”, o como se diría en el lenguaje cotidiano común: el mar. El equipo, formado principalmente por integrantes deldepartamento de ingeniería y ciencia nuclear del MIT, ha combinado los conceptos de pequeños reactores nucleares modulares y plataformas petrolíferas en alta mar para crear un reactor nuclear flotante que podrá situarse a pocos kilómetros de la costa.
El modelo propuesto, que opera de la misma forma que un reactor modular con base en tierra, sería transportado a pocos kilómetros de la costa donde este fuese necesario. El diseño que se encuentra aún en la etapa conceptual, podría ser ampliamente demandado en un modelo comercializado en mercados como Indonesia, Chile y África.
Los ingenieros del proyecto opinan que la combinación de estas dos tecnologías ofrece una sólida base sobre la que pueden construir una planta con un buen rendimiento económico y una actuación sobresaliente en seguridad. Se trataría por tanto, de una planta que podría ser construida enteramente en un astillero centralizado y luego remolcada hasta el lugar deseado donde sería amarrada o anclada a pocos kilómetros de la costa, conectándose a la red eléctrica con una línea de transmisión marina.
Situar reactores nucleares en el mar no es una idea nueva. Los Estados Unidos llevó a cabo el primer reactor flotante en el Canal de Panamá en 1968, mientras que Rusia anunció en 2013 que, después de varios años de investigación, pondrán en marcha su primera planta nuclear flotante para el 2016. El modelo ruso, que se está construyendo en los astilleros de BaltiyiskyZavod en San Petersburgo, contará con dos reactores nucleares KLT-40S instalados en una embarcación que será remolcada a una ubicación determinada en alta mar. Los dos reactores según fuentes oficiales, son capaces de generar hasta 70 MW de electricidad.
Pero el equipo del MIT cree que su diseño propuesto, podría generar de 50 MW a 1.000 MW de energía eléctrica gracias al concepto ideado, representando una forma más segura de operar gracias a un entorno rodeado por agua. Como resultado, los tsunamis y los terremotos ya no serían una fuente de riesgo para una planta nuclear, porque en esencia el océano protege de las ondas sísmicas y las olas de tsunamis en aguas relativamente profundas.
Gracias a este planteamiento, el océano puede ser utilizado como un disipador de calor infinito, por lo que el calor de desintegración que se genera por el combustible nuclear, incluso después de que el reactor se haya apagado, puede ser extraído de forma indefinida y esto supone una ventaja importante con respecto a las plantas actuales, en la que el disipador térmico final no asegura necesariamente su operatividad efectiva a muy largo plazo en una amplia gama de situaciones.
Si bien su diseño y capacidad para aprovechar el agua disponible abundantemente en el entorno ofrecen claros beneficios de seguridad, sigue siendo un reactor. Todavía sería proclive a ataques o sabotajes, y aunque el impacto que supondría en tierra de un accidente se reduciría al mínimo refrigerándose con las ventajas que ofrece el mar, el impacto sobre la vida marina podría ser desastroso si hubiese una explosión. Con Rusia y ahora los Estados Unidos llevando a cabo este tipo de desarrollos, el panorama de la energía nuclear podría cambiar radicalmente centrándose ahora en entornos marítimos. El diseño del MIT ofrece claros beneficios y una mayor seguridad, pero los riesgos siguen estando presentes y deben ser tratados con profundidad antes de que el concepto sea puesto a prueba.